No me importa…
«¿Y tú qué quieres ser de mayor?». Es impresionante esa pregunta, me bloquea, me supera. Dejo pasar los segundos, y me parecen una eternidad. Nunca supe la respuesta, y cada año que pasa, se me hace más difícil encontrar una que me permita salir del paso dignamente. Realmente no es una cuestión que se me haga más difícil responder con el paso del tiempo, sencillamente no me preocupa, y si en algo influyen los años, es en el hecho de que cada vez me preocupa menos aún.
Puso su sonrisa, entre inquisidora e interesada. Su generación acaba ahora una etapa, y esa respuesta les motiva. Me gusta suponer que les importa lo que tenga que decir, y que en algo puede resultar de ayuda. Pero no la tengo, y no me importa no tenerla. Por eso los segundos se convierten en eternos, porque no me apetece decir algo trivial, algo decepcionante, no me apetece parecer indiferente. Supongo que me la hacen porque les preocupa, porque a ellos les parece importante, les gusta pensar en salidas laborales, sueldos dignos y futuras estabilidades. A mí no, nunca me importó. Y pienso, y me bloqueo, y me siento superado, respondo que no me importa, y se abre el silencio. Decepcionante supongo, pero sincero al menos.
Así que la conversación se reconduce, ella me cuenta y yo le cuento, procuro prestar atención, pero no puedo. Ha hecho lo que el resto, ha preguntado y no obtuvo respuesta, y no puedo evitar divagar en mi pequeño mundo privado acerca del hecho de que tantos la busquen y a mi no me preocupe. Hubo un tiempo en que lo hizo, no lo dudo, pero lo recuerdo vagamente, y las respuestas que daba entonces no eran mucho mejores que las que obtienen ahora.
Les digo que no me importa para no tener que defender mi postura. Necesitaría protagonismo, tiempo y cervezas, y al fin y al cabo, tampoco encontraría algo mucho mejor que decir. Así que me lo guardo, y le doy vueltas en silencio. Llevo un mes dándoselas desde que ella preguntó. No fue la primera, y tampoco será la última. Así que aquí estoy, intentando encontrárselas por si aún le sirve de algo.
Mi día a día es simple. Me levanto, vivo, y me acuesto. No hay nada más. Me da igual si trabajo más o trabajo menos, si el trabajo está bien pagado o no. No me importa sí tiene visos de futuro o es algo temporal. De la simpleza de mi vida, y de la ausencia de preocupaciones, es de donde nace mi sonrisa. Y esa está, y no necesita respuestas, porque no tiene razones para ocultarse. Procuro alejarme de responsabilidades y obligaciones. Esas atan, encadenan, y evitan que uno pueda elegir. Identificar nuestras vidas con la libertad plena es una falacia. Siempre es difícil elegir sin consecuencias, pero creo que el truco está en mantener la menor de las ataduras posibles para tener una falsa sensación de libertad. A mi ciertas cosas no me importan, y me gusta sentirme intrascendente. A nadie importa si decido una cosa u otra, y por tanto, menos me importa a mi. No tengo deudas, ni compromisos. Lo que yo haga, o deje de hacer, no le importa a nadie, y aquello que puede parecer triste, en realidad es una liberación absoluta. Si no le importa a nadie, menos me importa a mi.
Me levanto, vivo, y me acuesto. Feliz, viviendo a impulsos, sin planes ni estrategia. Esto sí, y aquello no. ¿Por qué? Porque lo elijo. Y sonrío, justo antes de dormir, esta vida la he elegido, pude hacerlo de un modo, y también del otro, como decía Mersault, en el magistral relato de Camus que me descubrió mi última aventura sentimental. En realidad, creo que no le doy importancia porque no la tiene. No se trata de tener un futuro mejor, nunca se trata de eso. No se trata de hacer un máster o unas prácticas pagadas. No se trata de opositar o emprender. ¿Para qué buscas una respuesta en el futuro? ¿No te das cuenta de que se te enfría el café? Charla y vive, cuéntame y déjame que te cuente. No pierdas el tiempo pensando, te estas perdiendo la vida.
No tengas miedo y decide, sin plan ni estrategia. Aquello que elijas tendrá unas ventajas y unos inconvenientes. Y lo que no elegiste también los tenía. Así que asume, apechuga, sonríe, levántate, vive, y luego duerme, tranquila y en paz, sonriendo mientras te refugias bajo la almohada. Un día más, otros no lo tienen, y con eso como respuesta debería bastar. Aplícatelo en el trabajo, y también en las relaciones. No pasa nada porque digan que no, no pasa nada porque lo hagas tú. Todos siguen viviendo, contigo y sin tí, y tú también podrás hacerlo si piensas menos y buscas menos respuestas. No son necesarias, sobran, y realmente, no importan lo más mínimo.
Así vivo, y no entiendo las preguntas porque no tengo respuestas. No sé que quiero ser de mayor, y te responderé que no me importa si me lo preguntas. Si buscas la respuesta a mi sonrisa te diré que ya lloré. Y si preguntas por qué vivo, te diré que más temprano que tarde moriré. Yo vivo a impulsos, y me va bien, a veces da miedo, pero ya temí de niño a que viniera el hombre del saco, y por muchos miedos que puedan aparecer, nada supera a aquel, inocente y sincero, cuando alguien mentaba al oscuro hombre que secuestraba sueños en su saco.
Pasado un mes, tengo una respuesta digna a tu pregunta. ¿Qué quiero ser de mayor? Lo mismo que ahora, alguien a quien no le importa esa respuesta, alguien a quien no le importe nunca, alguien que se levante, viva, sonría, y se vaya a dormir. Así, hasta que lo haga para siempre…
No me importa… by Juan José García Gómez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.