Puertas entreabiertas…
“¡Regala sonrisas!” y “¡No pares de reír bajo ningún concepto!” escribí una vez en una de esas blancas hojas que de vez en cuando relleno de cuentos e historias. Me quedé corto, y aunque nunca retoque lo que escribo, recomendaría reír hasta que te duela el cuerpo que de épocas en las que llorar hasta que se te rompe el alma sabemos todos, y pocos conseguimos aprender a disfrutar aquellas en las que solo sabemos reír hasta agotarnos.
Y en ello pensaba anoche mientras daba vueltas intentando que el sueño no me venciera. Y mientras daba vueltas y pensaba, recordé también, que de entre todas las que elegisteis, y de entre todas las que no nombrasteis, olvidasteis la mejor. Se llama “Un niño grande”, una de esas películas que pasan desapercibidas para crítica y público, un tierno cine de palomitas y sofás, que habla de islas y archipiélagos, mientras cuenta la historia de un egoísta y solitario millonario y sus encuentros con un niño al que le resulta difícil encontrar su sitio. Y va pasando el tiempo, y se acaban las palomitas mientras vas descubriendo que aporta el uno al otro y el otro al uno, tan distintos y semejantes a la vez.
Una década separa las vidas de algunos de vosotros, tan distintos y tan semejantes a la vez, que resulta mágico y envidiable contemplaros para alguien que os mira aún desde fuera. No exigís nada a cambio al extraño que llega, y le abrís las puertas de vuestras vidas, la común y las individuales. Todos suman y nadie resta. Ampliando círculos y compartiendo historias siempre con un único factor común en la ecuación: La sonrisa hasta la extenuación.
Es muy curiosa la vida, porque nunca sabes cuando ni por qué. He hablado de ello infinidad de veces y otras tantas lo he escrito. Haces planes e imaginas, dudas, arriesgas, pierdes y ganas, decides según lo que piensas e imaginas, y la vida se encarga de ir pasando bajo tus pies de sol a sol haciendo absolutamente lo que le da la gana. ¿Cuántas veces os habré visto a algunos? He viajado, reído, cenado y charlado con algunos de vosotros infinidad de veces y nunca había llamado a la puerta de esta parte de vuestras vidas. Tampoco había surgido dirán algunos, mientras otros responderemos que hagas lo que hagas, digas lo que digas e imagines lo que imagines, la vida decide cuando, cómo, dónde y con quién.
Y ahí está la puerta ahora, entreabierta mientras van llegando extraños que llaman antes de entrar. Y yo, que soy un niño grande, que aprendí a reír y no he parado, que aparté nubarrones en las profundidades del olvido, no pregunto si se puede, abro y entro y me muestro sin ropajes ni escudos, literal y figuradamente, regalando las pocas sonrisas que tenga que aportar, y absorbiendo todas y cada unas de las que ofrecéis sin descanso. Voy de puerta en puerta día tras día, aprendiendo y compartiendo de todos y con cada uno de los que se deciden a caminar conmigo mientras la vida hace sus planes inesperados.
Decía hace un par de días, no sé a quien, que no era el tipo de historia sobre la que me gusta escribir. Era un viaje de playa y amigos, de fiesta y cubatas, de desconexión y ruptura con la rutina de mi verano tranquilo y elegido. Y yo también olvidé algo, olvidé que precisamente es el tipo de historia sobre la que siempre escribo, el tipo de historia sobre la que pienso al acostarme, el tipo de cuento que me gusta narrar con una cerveza delante, uno de personajes desconocidos e historias inesperadas, uno de sonrisas hasta la extenuación, uno de los que recuerdas, uno de los que nunca duelen, uno de los que siempre envidias, uno de los que jamás olvidas, exactamente uno que resumo en esa máxima que vendo entre cuentos, cervezas e historias… “la única cosa que tengo clara en esta vida es que el día que me muera quiero mirar atrás y recordar una vida que mereció la pena vivir”, una vida de la que ahora formáis parte, y cuyo dueño o marioneta os agradece con una enorme sonrisa el haberos dejado entreabierta, la puerta de las vuestras…

Puertas entreabiertas… by Juan José García Gómez is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.
Para cuando ni te acuerdes…
«Cambiemos de tema» dices mientras ahogas unas lágrimas que luchan por salir, con tu mirada perdida en un horizonte que te resulta tan familiar que casi parece que hubieras nacido ahí mismo. «Cambiemos de tema» dices, mientras te rodeas de gente que te quiere, y desconocidos de esos a quien solamente tú sabes acoger, y que se añadirán a esa larga lista de los que te aprecian, porque en todos y cada uno de los idiomas eres capaz de hacerte querer. Y cambias de tema, y dejas que pase el tiempo en silencio, porque un loco dijo una vez que el tiempo todo lo cura.
Y allí, haciendo sonreír a un desconocido que apenas ha aprendido a balbucear, y llenando tu cara de sonrisas, cambiamos de tema. Porque tu no pides sino ordenas, porque aún con buen tono y mejores palabras haces saber a quienes te importan y les importas, que la broma ya está bien. Esa, posiblemente, sea una de tus virtudes el tacto y la firmeza aunados cuando normalmente al resto nos son incompatibles. El tacto, la firmeza, la sensibilidad y la palabra, siempre adecuada, para quién te la pide o para quien atisbas que la necesita. Y ahí está tu segunda virtud, que nunca pides, que jamás exiges nada a cambio, que recibiendo un abrazo eres feliz, y más desdichada aún te sientes cuando te dejan darlo.
«Cambiemos de tema» dices, y como siempre, ¿Qué voy a hacer después de tantos años?, te hago caso.
Pero precisamente, tras tantos años sabrás, que la boca me pierde y las formas, la inmensa mayoría de las veces, también. ¿Cambiar de tema? ¿Por qué? ¿Por qué tu lo pidas? Pide lo que te dé la gana pedir, pero aún sin decírtelo, me vuelvo a casa sin cambiarlo. Ya lo rescataré cuando sea el momento, y su rescate no implique lágrimas que luchen por brotar.
Cambia de tema y silencia aquello que te dé la gana silenciar, pero guárdate las lágrimas para cuando merezca la pena derramarlas. Guárdate las lágrimas para cuando tu gente comparta cosas contigo. Guárdate las lágrimas para bodas y entierros, para bienvenidas y «hasta prontos». No las quiero ver. Viste las mías y no pienso estar para compartir las tuyas. Tu dedícate a sonreír y a llenar vidas de sonrisas. Dedícate a vivir, a tropezar una y mil veces buscando un camino que ahora se te antoja difuso y huidizo. No te faltan manos que te acompañen en la búsqueda. Dedícate a preguntarte a ti qué te apetece, y deja de preguntárselo a los demás. Deja de aconsejar y recibe consejos. Ábrete sin miedo. Limítate a vivir y disfrutar, que la vida son dos días, y por más que el espejo te engañe cada día al despertar, entramos en una edad en la que empezamos a consumirlos demasiado deprisa como para cambios de tema y lamentos varios.
Toma aire, piensa y respira, busca un camino nuevo en el que volver a tropezar cuantas veces haga falta. Los caminos que abandonamos al andar, están casi siempre esperándonos, no desaparecen, quedan ahí mientras «perdemos» el tiempo buscando atajos y metas que soñamos conseguir. Estarán cuando decidas volver, pero aprovecha para aprender, aprovecha para crecer, aprovecha para descubrir todo aquello que aún desconoces pese a tanto tiempo entre libros. Y sobre todo, sobre todas y cada una de las cosas, «cambiemos de tema» cuando me pidas que lo haga, siempre y cuando me concedas a mí una petición: Tú, no cambies nunca

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Líneas torcidas…
Cuando echo la vista atrás y repaso las líneas que escribí en las páginas de mi vida, rara vez leo alguna torcida. Muchas de ellas lo parecieron en su momento, pero si les doy el tiempo suficiente, acaban enderezándose como si construyeran poco a poco un camino desde lo que fui una vez hasta lo que soy ahora.
Es un camino que no se detiene, que no termina y que sigue abriéndose poco a poco por delante de mis pies que con pasos lentos, y aún a veces equivocados, me lleva inexorablemente a lo que seré.
En las épocas tranquilas y estables de mi vida me resulta fácil encontrar cualquier rincón en el camino desde el que contemplar todo lo recorrido hasta entonces. No todos los momentos que revivo sentado en mi tranquilo y privado rincón del alma son felices, pero curiosamente, sí lo son la mayoría de los que recuerdo. Es habilidad innata del ser humano ir escondiendo por los resquicios del olvido, aquello que tuerce líneas momentáneamente, y sobresalta los sueños durante noches. Aquellos que no lo consiguen, difícilmente pueden sentarse a contemplar en paz su vida mientras se la repiten en la pantalla de la memoria, más bien al contrario, posiblemente, acaben caminando por los terribles acantilados que separan la cordura de la más cruel de las locuras, la que atormenta el alma y nos consume en vida.
Tengo la suerte de poder llenar de sonrisas cada uno de los pasos de mi vida, para que así al recordarlos, me sea más fácil retomar el camino, ese que no se detiene.
Y así viví siempre, aunque a veces lo olvidase, recorriendo caminos y pasando etapas, deteniéndome cada poco para ver cómo iba construyendo las historias que algún día contaré a mis hijos y a mis nietos. Ellos serán en parte lo que yo sea de aquí a entonces, y también lo que no fui.
Y al pararme cada vez, no puedo evitar mirando atrás, rescatar a las personas que acompañaron mis pasos, los acertados, y siempre por encima de todas las cosas, también los torpes. Les recuerdo con una sonrisa, y a veces algunas personas no entendieron como hablaba con tanta pasión de todas las historias que recordaba al detenerme. Soy yo, precisamente, por todas y cada una de aquellas historias, las personales, las propias, los viajes, los llantos, las sonrisas, los éxitos y todos y cada uno de mis fracasos, las planeadas y sobre todo las inesperadas.
Estoy en una época tranquila, estable y sentado en una especie de atalaya desde la que veo la vida pasar bajo mis pies, esperando el momento a saltar sobre ella y seguir dando pasos uno tras otro, sin descanso, lleno de sonrisas, sin un solo lamento y con todas las ganas de vivir. Es parecida a aquella sensación de adolescencia en la que parecía que debías comerte el mundo, aunque más tarde sintieras que el mundo te había comido a ti, te había sobrepasado y pasado por encima como una locomotora que no puede frenar y te arranca a jirones cada una de las ganas que vas perdiendo con el tiempo.
Y antes de que decida saltar de nuevo sobre la vida y sus caminos de curvas sinuosas, de líneas retorcidas que con el tiempo se enderezan por sí solas, me gusta pensar en lo que soy. Nunca tuve la conciencia intranquila, aunque supongo, que algunas de las personas que ya no están y dejé atrás en mi camino, tendrán razones para opinar lo contrario. No les culpo, no soy perfecto. Soy un vividor, un creador de historias, que aderezo de adjetivos y adornos las cosas más triviales para hacer que cada día merezca la pena. Alguien que sueña despierto de forma continua, y que a veces, se adormece y se despista haciéndolo. Soy una sonrisa eterna, a la que tan solo angustia la incapacidad para hacer reír a quien quiero si percibo que lo necesita. Soy una balanza, en la que todo debe estar en equilibrio, en la que pesan siempre más las cosas buenas, pero que no olvida cada uno de los errores cometidos que afecten a los que me importan. Los tengo, los tuve y los tendré. Los cometo, nunca a conciencia, pero sin evitarlos jamás si están rodeados de cuentos e historias. Mi vida es lo único que me quedará, cuando dentro de dos siglos, nadie recuerde quien fui, quien soy, ni quien seré, cuando no queden restos de mi sangre capaces de recordar mi sonrisa ni mis ganas de vivir. Soy claro y transparente, tanto, que a veces me excedo en la sinceridad, tanto, que a veces daño no solo con los gestos, sino con mi incapacidad para esconder aquello que me angustia, por mucho que no evitase que sucediera. Soy un canalla, un canalla de tiempos de justas y señoríos, que no se esconde en la canallada, pero que tampoco la rehúye. Soy un viento que arrasa egoísta con todo lo que le preocupa, caiga quien caiga, y arrase a quien arrase. Soy la roca de aquella película, contra la que se estrellan tarde o temprano aquellos que me importan, aquellos en quien pienso cada noche, justo aquellos, que más intento proteger. Así fue siempre, así es, y así seguirá siendo. Puedes cambiar decían, imposible, soy así, en los pasos torpes y los acertados, en las etapas tranquilas y las vertiginosas, en las sinuosas curvas y también en el reposo del camino.
Y así estoy, en mi atalaya, contemplando tranquilo lo que he sido, dejando caer por los abismos del olvido aquello que no quiero recordar, y rescatando de los acantilados aquello que no quiero que caiga. Estoy aquí, en mi atalaya, viviendo una época tranquila gracias a todos los que pasasteis por mi vida, gracias a los que permanecéis, y sobre todo, gracias a mi innata capacidad por enorgullecerme de lo que he hecho, siempre. Estoy aquí, en mi atalaya, sentado esperando qué trae la vida, esto es lo que soy, ni pude, ni puedo, ni pienso cambiarlo, sin pedir disculpas por mis ganas de vivir ni olvidar al mismo tiempo mis errores, pero con mi sonrisa, siempre puesta, siempre dispuesta y siempre a compartir. Esto es lo que soy, no hay más, y allí te espero para cuando quieras caminar, desde mi atalaya, mientras contemplo la vida pasar.

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No me gustan las presentaciones…
…supongo que como tampoco lo hacen la mayoría de las despedidas. Pero creo que es oportuno que la primera entrada de este blog personal, me la dedique a mí mismo como presentación.
Soy un estudiante sevillano de 27 años, Diplomado en Magisterio (Educación Infantil), y que cursa actualmente el segundo ciclo de la Licenciatura de Periodismo.
Siempre me gustó escribir, y aunque creo que nunca he tenido la constancia ni la motivación necesaria para dedicarme a ello, sé que mis textos más personales suelen gustar bastante a mis personas más cercanas. Algunas siempre me han pedido que me animase a publicar mis textos e historias, así que bueno, supongo que este es un primer paso adecuado, y que fundamentalmente doy ahora por ellas.
Al extraviado y fortuito lector, me gustaría advertirle que en principio, no habrá en este blog nada provechoso más allá de textos puramente personales, así que, en caso de cruzar la puerta de entrada aún así, sed bienvenidos.


